Respuesta Narrativa del Informe Parroquial 2020 - La Iglesia Episcopal

Respuesta Narrativa del Informe Parroquial 2020

La Iglesia no es un edificio

Observaciones e ideas a partir de las respuestas descriptivas del Informe Parroquial 2020

Elena G. van Stee, Universidad de Pensilvania – Julio de 2021

RESUMEN

Cuando la pandemia del COVID-19 obligó a las iglesias a cerrar físicamente sus puertas en la primavera de 2020, las congregaciones episcopales en Estados Unidos y en todo el mundo comenzaron a reinventarse lo que significa ser la Iglesia. Casi de la noche a la mañana, las congregaciones pusieron en práctica estrategias innovadoras para celebrar oficios de culto, conectarse con los feligreses y satisfacer las necesidades de la comunidad. Estas innovaciones se refinaron y expandieron durante el transcurso de la pandemia a medida que las congregaciones aprendieron a adaptarse a una nueva realidad en que se imponía la distancia social.

Aunque todas las iglesias enfrentaron retos importantes durante la pandemia, las barreras a la participación no se experimentaron por igual en todo el ámbito de la Iglesia Episcopal. Más bien, las líneas divisorias de la desigualdad se exacerbaron y se vieron expuestas. Si bien las dificultades inmediatas, como la compra de equipos de vídeo o el aprender a transmitir oficios vía Facebook, fueron exclusivas de la pandemia, los encuestados señalaron con frecuencia que tales dificultades tenían sus raíces en aspectos más permanentes del contexto social y la composición demográfica de la iglesia. Las respuestas sugieren que las congregaciones en áreas rurales y pobres, con clero, personal y voluntarios limitados y con congregaciones envejecidas se vieron particularmente amenazadas por las circunstancias de la pandemia. Algunas de las congregaciones más vulnerables cesaron por completo de funcionar.

Incluso en medio de estos problemas, hay, no obstante, muestras de innovación y crecimiento. Muchas iglesias expusieron nuevas oportunidades de conexión y participación durante la pandemia. Un encuestado describió perspicazmente la transición al culto virtual como una «espada de dos filos» y explicó que, aunque el culto virtual planteaba barreras para muchos, también permitía a las iglesias llegar a nuevas poblaciones que anteriormente habían sido excluidas de la adoración pública. Para algunas iglesias, la pandemia también provocó nuevas iniciativas centradas en la comunidad y las asociaciones locales.

La pandemia desafió muchas suposiciones de larga data sobre la identidad episcopal. Cuando se impidió que las iglesias continuaran con su funcionamiento regular, el clero y los feligreses se vieron obligados a reevaluar los principios y prácticas fundamentales. Muchos expresaron un reconocimiento renovado de que la Iglesia «no es un edificio», sino más bien un conglomerado humano. De manera similar, las respuestas incluían con frecuencia comentarios sobre el deseo de mantener la flexibilidad y el espíritu creativo que el entorno pandémico evocaba en su iglesia. Algunos identificaron prácticas específicas que surgieron durante la pandemia y que esperaban que continuaran incluso después de que se levantaran las restricciones, incluido el culto al aire libre, nuevos métodos de comunicación entre personas y la opción de que los fieles participen de los oficios a distancia.

En conjunto, las respuestas descriptivas pintan un retrato complejo de pérdida, dolor, innovación, esperanza y cambio que ofrecen una nueva perspectiva del ministerio pasado, presente y futuro de la Iglesia Episcopal en el mundo.

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Introducción

Los trastornos provocados por la pandemia del COVID-19 tuvieron profundos efectos en el culto y el ministerio episcopales. En la primavera de 2020, las iglesias episcopales en Estados Unidos y en todo el mundo hicieron un giro para adaptar las formas tradicionales del culto comunitario, el compañerismo, la educación y la promoción a una nueva realidad físicamente distanciada. Aproximadamente un año después, se pidió a los representantes de cada iglesia que reflexionaran sobre los retos y oportunidades experimentados por su congregación durante la pandemia: lo que habían aprendido, cómo había cambiado la vida congregacional y qué ulteriores dificultades y oportunidades contemplaban para el futuro.

 

Las respuestas descriptivas representan un retrato complejo tanto de pérdida como de crecimiento. Por una parte, la pandemia amplificó muchas preocupaciones preexistentes, como las relacionadas con la membresía, el envejecimiento de los feligreses, la oferta de clero y las finanzas. Por otra parte, las respuestas iluminan formas diversas y a menudo poco convencionales en que las iglesias buscaron una conexión significativa con Dios, entre sí y con el mundo.

Datos y análisis

Este informe sintetiza observaciones y percepciones de más de 4.100 páginas de respuestas descriptivas de representantes congregacionales reunidas como parte del Informe Parroquial 2020 de la Iglesia Episcopal. Se pidió al clero, a la junta parroquial y al personal de cada congregación que respondieran a las siguientes indicaciones:

1. ¿Cuáles fueron las principales oportunidades, innovaciones y retos en la realización del culto durante la pandemia? ¿Qué aprendieron?

2. ¿Cuáles son las principales oportunidades y dificultades que enfrenta su iglesia al planificar el futuro?

3. ¿Cuáles son las tres cosas que más han cambiado en la forma en que la iglesia lleva a cabo su ministerio?

Elena van Stee dirigió el análisis cualitativo de las respuestas descriptivas a estas preguntas. El análisis fue un proceso colaborativo de múltiples etapas que empleó estrategias de codificación tanto deductivas como inductivas (Patton 2002). En la primera etapa del análisis, van Stee creó una lista de códigos temáticos basada en datos cuantitativos de informes parroquiales anteriores y conversaciones con líderes denominacionales (Convención General 2021). En el proceso de aplicar estos códigos a una muestra de respuestas congregacionales a cada pregunta, se agregaron códigos adicionales para reflejar los temas emergentes. Después de finalizar un libro de códigos para cada conjunto de respuestas, se capacitó a los asistentes de la investigación para aplicar los códigos a las respuestas descriptivas. Atlas.ti facilitó el proceso de codificación. A lo largo del análisis, todos los miembros del equipo de investigación escribieron y compartieron memorandos analíticos para identificar los principales temas y patrones en los datos. A lo largo de este proceso, los investigadores se centraron deliberadamente en experiencias e ideas que un enfoque cuantitativo no captaría.

Mirada retrospectiva

  1. Instantánea de la vida parroquial durante la pandemia del COVID-19
    1. La respuesta inicial
    2. Una «tradición táctil»
  2. La barrera digital
    1. Geografía y situación socioeconómica
    2. Recursos humanos: clero, personal y voluntarios
    3. Edad: barreras para viejos y jóvenes
  3. Oportunidades de conexión y desarrollo
    1. Para llegar a un público más amplio
    2. En busca de la justicia social

Instantánea de la vida parroquial durante la pandemia del COVID-19

La respuesta inicial

Las respuestas descriptivas destacan una variedad de estrategias innovadoras para mantener el culto, las relaciones y la promoción congregacionales durante la pandemia. Según las medidas de cuarentena obligaron a las iglesias a cerrar físicamente sus puertas en la primavera de 2020, las congregaciones episcopales se movilizaron para poner en práctica nuevas formas de conexión a distancia. A las pocas semanas —a veces en cuestión de días— del confinamiento inicial, muchas congregaciones ya estaban grabando misas con las cámaras de sus teléfonos móviles, enviando pasajes bíblicos y sermones por correo electrónico y [sus miembros] haciendo llamadas telefónicas entre sí para ver cómo estaban. En el transcurso del año siguiente, muchas congregaciones continuaron expandiendo sus capacidades tecnológicas y desarrollando formas nuevas e innovadoras para aumentar la participación de una manera segura y distante. Las iglesias celebraban cultos que los fieles podían seguir desde sus autos, cadenas telefónicas organizadas, distribuyeron bolsas de regalo con artículos navideños, dispusieron de sistemas de recogida para hostias previamente consagradas, escribieron cartas, produjeron grabaciones corales, ofrecieron clases de aptitud física en línea y al aire libre, inauguraron clubes de lectura virtuales, equipos de tejedores y concursos de bingo y se reunieron para caminatas de oración por el jardín, por nombrar solo algunas innovaciones de la era de la pandemia. El siguiente relato de una iglesia en un estado del sureste capta la naturaleza gradual e iterativa de este proceso:

[Nuestra iglesia] comenzó el culto transmitido en vivo casi inmediatamente después de que empezara la pandemia. Pronto nos dimos cuenta de que la cámara de un teléfono celular no proporcionaba las herramientas que necesitábamos para transmitir el oficio como nos gustaría, por lo que invertimos en equipos audiovisuales con la ayuda de una subvención de [una fundación filantrópica]. Luego de un par de semanas en las que el organista tocó los himnos y la música del oficio sin que nadie cantara, comenzamos a tener una rotación de cantores del coro para que una persona cantara los himnos y la música del oficio para las transmisiones en vivo. Después de un tiempo, comenzamos a disponer de la comunión para que la recogieran en la iglesia o la repartiera un VEM [Ministerio Ecuménico de la Localidad] después del oficio mensual de la Santa Eucaristía. Los elementos eran bendecidos durante el oficio y se incluían instrucciones para un oficio autodirigido de Santa Comunión a domicilio. Celebramos brevemente el culto en forma presencial para un número limitado de personas durante algunas semanas en el otoño antes de suspender una vez más el culto en persona. (iglesia en una pequeña ciudad del Sur). [1]

[1] Algunas respuestas se editaron ligeramente para mejorar la legibilidad (por ejemplo, corregir mayúsculas, puntuación, errores ortográficos) o para preservar la confidencialidad (por ejemplo, eliminar nombres de personas y lugares).

Al igual que esta congregación, la mayoría de las congregaciones episcopales celebraron oficios de culto virtuales en algún momento durante la pandemia. Las congregaciones comúnmente informaron que usan plataformas como Zoom, Facebook Live o YouTube para transmitir oficios en vivo y / o difundir grabaciones de vídeo. Este proceso significó importantes retos económicos y logísticos para muchas congregaciones, ya que pocas tenían, antes de la pandemia, el conocimiento técnico o el equipo para transmitir oficios. Sin embargo, muchas se adaptaron rápidamente. «Un personal pequeño pero dedicado aprendió rápidamente a usar plataformas digitales y a mejorar constantemente las técnicas de producción», apuntó un encuestado, que describe cómo su iglesia avanzó tecnológicamente durante el transcurso de la pandemia: «Expandimos nuestros recursos y capacidades tecnológicas de ingeniería y producción de sonido, mejoramos las capacidades de WIFI en el santuario y aprendimos a dirigir el culto a través de plataformas virtuales usando nuestras computadoras portátiles y cámaras de teléfonos celulares»(iglesia en una pequeña ciudad del Oeste).

Sin embargo, otras congregaciones encontraron que las barreras tecnológicas eran insuperables. En algunos casos, las que carecían de los recursos humanos o materiales para celebrar los oficios de culto grabados en vídeo encontraron formas tecnológicamente más accesibles de compartir las Escrituras y los sermones con los feligreses; por ejemplo, compartiendo el texto de un sermón por correo electrónico o en un sitio web. Otras incluso dieron instrucciones a los miembros para que asistieran a los oficios virtuales de otras congregaciones (generalmente más grandes y con más recursos), entre ellas la Catedral Nacional. Algunas iglesias que no ofrecieron oficios en línea durante la pandemia indicaron que perdieron miembros por esta razón. «Comenzamos con muy pocos miembros o asistentes, y terminamos sin ninguno, porque no teníamos oficios ni transmisión», informó un encuestado, que ilustra una forma en que la pandemia planteó más desafíos para las congregaciones que ya eran vulnerables (iglesia en una pequeña ciudad de la región de los Grandes Lagos).

Los retos asociados con las restricciones de reunión que impuso la pandemia no eran meramente logísticos, sino también relacionales y espirituales. «Lamentamos pérdidas grandes y pequeñas, y lo hicimos aislados de los demás», escribió un encuestado, captando cómo la experiencia traumática de la pandemia en sí fue amplificada por el hecho de que los miembros no podían reunirse de manera segura para apoyarse unos a otros (la iglesia en una pequeña ciudad del Sur). Asimismo, muchas congregaciones que experimentaron la muerte de un feligrés durante la pandemia enfatizaron lo difícil que era llorar en forma aislada.

Incluso las congregaciones con abundantes recursos financieros, voluntarios dispuestos e impresionantes innovaciones tecnológicas declararon enfáticamente que la vida congregacional «simplemente no era la misma» sin regulares reuniones presenciales (iglesia en una ciudad del Sur). Al reflexionar sobre su experiencia personal, por ejemplo, uno de los encuestados describió lo difícil que era mantener un sentido de conectividad:

Un desafío provocado por la pandemia ha sido mantener un sentido de conectividad y el sentido de ser parte de una comunidad. La suspensión de poder estar cerca de amigos durante el culto, la hora del café y la formación de adultos, y realmente ver caras sonrientes sin máscaras, ha sido un desafío. (iglesia en una pequeña ciudad del Medio Oeste).

Otro encuestado compartió una experiencia semejante y explicó que la pandemia reveló «tanto las posibilidades como las limitaciones de las “reuniones” y la “conectividad” de la iglesia» (iglesia en una ciudad del Oeste). Aunque los feligreses estaban agradecidos de que las plataformas virtuales hicieran posible alguna conexión, muchos estuvieron de acuerdo en que el culto vía Zoom no reemplazaba un oficio en el que los miembros están físicamente presentes e interactuando. Como explicó ese entrevistado, su congregación «aprendió [que] la importancia de una conexión real, encarnada y cara a cara con los miembros de la iglesia es tanto ideal como esencial para la salud espiritual y relacional de la iglesia» (iglesia en una ciudad del Oeste).

Una «tradición táctil»

Aunque los encuestados describieron que se habían perdido muchos aspectos de los oficios de culto «normales», como el canto congregacional y las actuaciones corales, la incapacidad de celebrar la eucaristía como un cuerpo eclesial surgió como una pérdida particularmente angustiosa para muchos. Algunos encuestados describieron estrategias creativas para celebrar la eucaristía de manera segura durante la pandemia, como reunirse en jardines o patios y preparar cajas para recogerlas o enviarlas a las casas de los feligreses (iglesia en una pequeña ciudad en la región de los Grandes Lagos). Una congregación incluso describió la celebración de la eucaristía en el contexto de trayectos de senderismo, una innovación a la que se refirieron como «Comunión en la Creación» (iglesia en una pequeña ciudad del Medio Oeste).

Sin embargo, tales innovaciones distaron de ser universales. Fue más común que los encuestados describieran la tristeza y la pérdida como resultado de su incapacidad de celebrar este sacramento. Por ejemplo, un encuestado informó que «uno de los mayores desafíos, por supuesto, ha sido el largo ayuno de la Sagrada Eucaristía. Es imposible exagerar el impacto de esta prolongada abstinencia» (iglesia en una ciudad del Medio Oeste). Otro dijo simplemente, «es difícil ser una iglesia sacramental sin sacramentos» (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste). Además, incluso aquellos que pudieron participar de la eucaristía en una sola especie (una práctica común durante la pandemia) escribieron con frecuencia que se perdieron de la celebración de este sacramento en su totalidad. «A los feligreses les falta la Santa Comunión en ambas especies», escribió un encuestado, «estamos esperando ansiosamente el momento en que podamos reanudar la administración del cáliz» (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste).

Al reflexionar sobre la pérdida de conexión experimentada en ausencia de reuniones presenciales y de la celebración plena de la eucaristía, varios encuestados sugirieron que los mandatos de cierre y los requisitos de distanciamiento social pueden haber sido especialmente perjudiciales para la Iglesia Episcopal debido a la naturaleza «táctil» de esta tradición. «Somos personas táctiles que nos reunimos en persona con tacto y presencia», explicó un encuestado, y concluyó que «este año ha constituido un esfuerzo extremo” (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste). Otros enfatizaron de manera similar la importancia del contacto, explicando que el contacto físico es fundamental para la identidad sacramental de la iglesia:

Dada nuestra tradición litúrgica de «estrecho contacto», hemos experimentado un profundo sentido de pérdida o pesar y falta de participación. . . El resultado neto ha sido una importante reducción de la participación presencial o virtual. (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste)

Cada uno de los sacramentos o actos sacramentales se basa, de alguna manera, en el tacto: en la eucaristía el pan pasa de unas manos a otras; en el bautismo somos sostenidos mientras descendemos a las aguas; en la unción, la gracia de Dios queda grabada en nuestra frente o en nuestras manos. [La] pandemia exigió que pasáramos un año sin tocarnos. (iglesia en una ciudad del Oeste)

La barrera digital

Las dificultades para el culto y la participación congregacional no se experimentaron por igual en todas las parroquias. Además, aunque los desafíos prácticos, como aprender a usar Facebook Live o comprar una cámara de vídeo, fueron exclusivos de la pandemia, los encuestados señalaron con frecuencia que estas dificultades tenían sus raíces en aspectos más permanentes de la ubicación social y la composición demográfica de la iglesia. Una variedad de factores sociales y estructurales parecen haber amplificado las barreras tanto en el plano congregacional como individual.

Geografía y situación socioeconómica

La ubicación física de una congregación y los recursos socioeconómicos de sus miembros moldearon profundamente las posibilidades de ministerio durante la pandemia. En primer lugar, muchos encuestados indicaron que sus oportunidades de conexión en línea con los miembros estaban limitadas por los recursos disponibles en su área. Las iglesias rurales, en particular, describieron con frecuencia una deficiente conexión a la Internet. Por ejemplo, un encuestado informó que a pesar de que su congregación ofrecía un culto en línea, la participación había sido limitada porque «estamos en un entorno rural y el acceso a la Internet es irregular» (iglesia en una pequeña ciudad de la región de los Grandes Lagos). Otro encuestado describió de manera similar cómo su ubicación limitaba sus oportunidades de avances tecnológicos: «La mayor dificultad es que nuestra velocidad de carga de Internet disponible es muy baja, con un promedio de 6 Mbps. No podemos cambiar esto nosotros mismos, ya que la fibra aún no está disponible en nuestra zona» (iglesia en una pequeña ciudad del Medio Oeste). Como ilustra esta respuesta, las iglesias individuales se vieron limitadas no sólo por sus propios recursos, sino también por los recursos disponibles en su zona geográfica.

Otros describieron una «brecha digital» (iglesia en una pequeña ciudad del Noreste) entre feligreses dentro de una sola congregación, lo que indica que la «distribución desigual de la tecnología» entre los miembros dificultaba mantener la cohesión (iglesia en una pequeña ciudad de la región de los Grandes Lagos). «Satisfacer las necesidades de una congregación diversa fue la mayor dificultad», escribió un encuestado, explicando que su congregación estaba dividida en líneas de conectividad tecnológica: «Algunas personas se conectaron rápidamente valiéndose de la tecnología, otras tuvieron problemas y algunas nunca se conectaron» (iglesia en una pequeña ciudad de la región de los Grandes Lagos). Del mismo modo, otro encuestado explicó cómo los recursos económicos limitados restringían el acceso de algunos miembros a la Internet:

Las dificultades consistieron en que aproximadamente la mitad de nuestros miembros o más no tenían acceso a la Internet. La situación socioeconómica en [nuestra zona] es tal que muchas personas, especialmente las personas de color o de ascendencia latina e hispana, no tienen acceso rápido o ningún acceso a la Internet. Tuvimos la dificultad de buscar formas que nos permitieran comunicarnos en línea mientras atendíamos pastoralmente a nuestros miembros que sólo podían participar en persona. (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste).

A la luz de estas barreras para la participación virtual, muchas congregaciones encontraron que el culto al aire libre era una alternativa bien recibida. Incluso un sacerdote de un estado con inviernos notoriamente crudos explicó que su congregación estaba motivada para reunirse afuera en diciembre a fin de incluir a aquellos que no participaban vía Zoom:

Un grupo importante de esta congregación en verdad ha adoptado el culto vía Zoom, mientras que otro grupo importante ha estado batallando con ello. Para abordar este reto, organizamos un culto al aire libre (¡hasta la víspera de Navidad!) Que incluía máscaras y distanciamiento físico. (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste).

Aunque este sacerdote no fue el único encuestado que describió las reuniones al aire libre en un clima bajo cero, las iglesias en climas más severos se vieron inevitablemente limitadas por su ubicación geográfica. Esta es otra forma importante en la que las diferencias geográficas se tradujeron en oportunidades desiguales para la participación congregacional manteniendo la distancia física.

Recursos humanos: clero, personal y voluntarios

La distribución desigual de los recursos humanos (tanto de clérigos como de laicos) es otra línea divisoria notable de la desigualdad que se capta en las respuestas descriptivas. Primero, las iglesias sin un rector a jornada completa a menudo lucharon por mantener el funcionamiento básico durante la pandemia. Una sensación de pérdida y cansancio es palpable en muchas de las respuestas de tales iglesias:

[Nuestra iglesia] tenía sacerdotes suplentes a largo plazo que celebraron oficios durante muchos años, y no teníamos los recursos para celebrar los oficios virtuales o vía Zoom … [no teníamos] realmente otra opción que dejar de funcionar. (iglesia en una ciudad del Medio Oeste).

Nuestra iglesia estuvo sin un sacerdote residente durante la primera parte de la pandemia, tiempo durante el cual nos enteramos de que los laicos que trabajaban no tenían tiempo para organizar y dirigir los oficios dominicales regulares en línea. (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste).

Como muchas parroquias episcopales, tenemos comorbilidades: demografía envejecida y una vacante en el liderazgo clerical. (iglesia en un suburbio del Medio Oeste).

Dado que no tenemos un sacerdote, constituye un reto mantener unida a nuestra comunidad religiosa. (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste).

Si bien las dificultades del liderazgo pueden haber sido más arduas en las congregaciones que carecían de un rector a tiempo completo, otras parroquias también describieron dificultades derivadas de un liderazgo laico y clerical limitado. La transición al culto virtual aumentó significativamente las demandas de clero en toda la denominación, ya que los sacerdotes y el personal de repente se volvieron responsables de encabezar una producción de vídeo semanal (a veces diaria) con poca capacitación o equipo. Los encuestados observaron con frecuencia un aumento en el tiempo necesario para prepararse para el servicio dominical y describieron que el clero en particular dedicaba mucho tiempo adicional a editar y difundir grabaciones. Además, varios encuestados señalaron que el oficio se convirtió en un proyecto para toda la familia del sacerdote. Por ejemplo, un sacerdote relató:

Cuando la iglesia se mantuvo cerrada desde mediados de marzo hasta principios de junio, mi esposa, mi hija y yo grabábamos la Sagrada Eucaristía el domingo y la publicamos en Vimeo y Facebook. No tenía experiencia previa con esto. Tuve que aprender algo de una tecnología que no conocía antes de la pandemia. (iglesia en una pequeña ciudad de la región de los Grandes Lagos)

Un entrevistado de otra congregación describió un escenario semejante, explicando que «la mayor parte de la planificación ha recaído en nuestro rector. Él planeó, su esposa filmó y luego editó [el oficio]» (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste). Un tercero informó que «constituye un reto transmitir los roles de liderazgo a los líderes laicos para que puedan celebrar el culto sin mí o sin mi cónyuge» (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste).

Como señaló uno de los encuestados, muchos feligreses probablemente no estaban al tanto del trabajo entre bastidores que se llevaba a cabo para producir el oficio: «[Los oficios virtuales] en verdad duplicaron el esfuerzo realizado por nuestro clero y el personal», explicó este encuestado, y agregó: «A menudo de formas que eran invisibles para los que estaban confinados en casa por la cuarentena» (iglesia en una ciudad europea).

En este contexto de mayores necesidades y retos, la actividad de la iglesia a menudo dependía de la disponibilidad y las habilidades de los voluntarios laicos. En un extremo de una progresión, algunas congregaciones informaron que la participación de los laicos floreció durante la pandemia, lo que hizo posibles nuevas formas de participación manteniendo la distancia física. Por ejemplo, un encuestado informó que su iglesia creó un nuevo equipo de ministerio digital que «exploró, organizó y administró el equipo necesario para grabar con antelación y transmitir oficios en vivo». Según este encuestado, su congregación tuvo la suerte de incluir «feligreses con habilidades y talentos dispuestos a intensificar, aprender y ayudar en la producción del culto en línea» (iglesia en una ciudad del Oeste). Respaldado económicamente por una subvención denominacional, la voluntad y las habilidades de estos voluntarios laicos hicieron posible que la iglesia compartiera, a través de Facebook y YouTube, oficios editados profesionalmente. Probando su capacidad tecnológica, esta congregación también ayudó a más de una docena de iglesias cercanas en sus respectivas necesidades de esta índole.

En marcado contraste, un encuestado de otra iglesia en la misma diócesis, presumiblemente el rector, explicó que su «reto principal» había sido navegar por la transición al culto virtual sin la ayuda del personal o voluntarios: «El reto principal al principio y sobre todo a lo largo del año ha sido que he tenido que asumir solo todo el proceso de planificación del culto y la tecnología», escribió este encuestado, quien atribuyó esta falta de apoyo a la composición demográfica de la iglesia, y explicó que «esta no es una congregación de miembros tecnológicamente sagaces» (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste). En conjunto, estos dos relatos contrastantes ilustran cómo la participación de los laicos moldeó las experiencias pandémicas del clero y sus congregaciones.

Edad: barreras para viejos y jóvenes

Finalmente, una brecha digital dividió a las congregaciones por edades. Aunque los métodos virtuales de culto y de compañerismo tenían muchos beneficios, también había varias desventajas cuando se trataba de hacer participar a niños, adolescentes y personas mayores. Muchos feligreses ancianos tenían poca o ninguna experiencia con la tecnología o no tenían acceso adecuado a un dispositivo o red donde pudieran ver los oficios. Como resultado, celebrar el culto a distancia fue particularmente difícil para las iglesias en las que la congregación incluía una gran cantidad de personas mayores. Por ejemplo, un encuestado informó que «la nueva tecnología para una población parroquial envejeciente dificultaba garantizar la accesibilidad y, sinceramente, este problema no se ha resuelto por completo» (iglesia en una pequeña ciudad del Sur). Otro describió de manera perspicaz la transición al culto en línea como un «arma de doble filo», y explicó que los oficios virtuales eliminaron las barreras para la participación de algunos feligreses «conocedores de la tecnología» y crearon barreras para la participación de muchos feligreses mayores:

La pandemia obligó a nuestra congregación a comunicarse y adorar juntos a través de comunicaciones en línea (correo electrónico, Facebook, servicios de Zoom). Las reuniones virtuales fueron una experiencia nueva para muchos y demostraron ser un «arma de doble filo». Si bien nos permitieron llegar a un público más amplio y previamente desaprovechado de personas más conocedoras de las computadoras (y a menudo más jóvenes), muchos de nuestros miembros mayores no se sentían —o no se sienten— cómodos en línea y algunos carecían de acceso a Internet. Esto ha creado una dificultad administrativa, ya que nuestro personal y liderazgo tuvieron que aprender a comunicarse de manera efectiva con estas nuevas herramientas y encontrar formas innovadoras de ayudar a otros a hacerlo. (iglesia en una ciudad del Medio Oeste)

Además de las dificultades asociadas con la participación de los miembros de mayor edad, las iglesias también se empeñaron en conectarse con los niños y los jóvenes. Los encuestados explicaron que resultaba difícil hacer participar a las familias jóvenes a través de plataformas en línea. «Es muy difícil, si no casi imposible, lograr que los niños pequeños se acomoden frente a la pantalla de la computadora para un oficio vía Zoom de una hora», señaló un encuestado, haciéndose eco de los sentimientos de muchos otros (iglesia en una ciudad del Sur) . Los encuestados señalaron con frecuencia que la dificultad de incluir a los niños se amplificaba por el hecho de que muchos niños (y sus padres) ya estaban «excluidos» de asistir a la escuela en línea: «los niños ya están sobrecargados de estar en Zoom todos los días para la escuela, y sus las familias están sobrecargadas con una actividad más que supervisar », explicó otro encuestado (iglesia en una ciudad del Oeste).

Aun así, algunos encuestados describieron estrategias exitosas para hacer participar a los niños. Las siguientes citas brindan una instantánea de la creatividad de estas congregaciones:

Fue un reto particular mantener a los niños y jóvenes conectados a través de Zoom debido a sus requisitos educativos en línea. Para abordar esto, creamos videos semanales de formación en la fe para niños en nuestro sitio web que pueden ver a su conveniencia. Ideamos actividades apropiadas para el tiempo litúrgico que conllevaban materiales entregados a sus hogares. Grabamos un concurso infantil de Navidad con la participación de varias familias. Programamos actividades al aire libre, manteniendo la distancia social, para los jóvenes mayores, como celebrar una fiesta de «cajuelas y dulces» de Halloween, caminar por el laberinto de una iglesia local y pasear en trineo en un parque. (iglesia en una ciudad del Medio Oeste)

Como no podían ir a la iglesia, la iglesia se acercó a ellos. Se puso en práctica [el programa] «Fe en el hogar» [Faith at Home] para hacer participar a la familia y mantenerla conectada. La directora de Educación Cristiana y el líder de la Juventud se acercaron personalmente a las familias y a los niños a través de mensajes de texto, llamadas telefónicas y cartas, y eso ha ayudado a fortalecer las relaciones. (iglesia en una ciudad del Sur).

En general, parece haber más energía y éxito en los empeños para conectarse con los niños, en comparación con los esfuerzos para hacer participar a los ancianos. Aunque un puñado de encuestados describió los empeños para mantener la conexión con los ancianos como exitosos, el tono general de tales respuestas tendió a ser más pesimista. Muchos encuestados indicaron que las barreras para incluir a los miembros mayores eran, al menos en parte, más culturales que prácticas. Las personas mayores se caracterizaron con frecuencia por no estar interesadas en las formas virtuales de participación.

Oportunidades de conexión y desarrollo

En medio de crecientes temores, cambios y aislamiento, los encuestados también describieron las nuevas oportunidades que presenta la pandemia. La transición al culto en línea trajo nuevas posibilidades de participación, incluida la capacidad de llegar a un público más amplio e incluir a los feligreses durante la semana. Las iglesias desarrollaron nuevas formas de conectarse entre sí, y muchos encuestados esperan que estas innovaciones se mantendrán mucho después de que desaparezca la pandemia. Finalmente, en algunas iglesias la pandemia fortaleció el sentido de llamado de los miembros para satisfacer las necesidades de su comunidad en general. Algunos crearon nuevas iniciativas centradas en la comunidad que permitieron a la congregación servir a los demás de nuevas formas.

Para llegar a un público más amplio

Una y otra vez, los encuestados identificaron llegar a una «un público más amplio» a través de los oficios de culto en línea como una oportunidad clave que les ofrecía la pandemia. La capacidad de unirse al culto desde cualquier lugar aumentó el acceso para una amplia gama de grupos, incluidas las familias con niños pequeños, personas que trabajan los domingos, antiguos feligreses que se mudaron, los que se encuentran en hospitales o centros asistenciales y los que no pueden viajar por problemas de salud o del clima:

La transmisión en vivo nos permite llegar a muchas, muchas, personas fuera de nuestra parroquia; incluso antiguos miembros que ahora viven fuera del estado, y los que sienten curiosidad y sólo quieren «echar un vistazo» a un oficio episcopal. (iglesia en una ciudad del Sur).

Descubrimos que la iglesia, las horas de café y los programas a través de Zoom incluyen a muchas personas que podríamos haber perdido en nuestro formato tradicional en persona: los que no pueden viajar, a los que por sus problemas de salud les resulta difícil incorporarse, los que viven lejos, e incluso los que se habían mudado físicamente de nuestra comunidad y que se han unido a nosotros nuevamente en el culto. (iglesia en una pequeña ciudad del Oeste).

Como observó un encuestado, estas poblaciones podrían haberse beneficiado de los oficios en línea antes de la pandemia. La pandemia expuso una «necesidad insatisfecha» y obligó a las congregaciones a encontrar una solución creativa:

Descubrimos que había una necesidad insatisfecha en nuestra congregación de proporcionar los servicios en línea y que recibimos comentarios positivos de varios que ahora pueden conectarse con la vida de la iglesia de esa manera. (iglesia en una ciudad sureña).

Además de llegar a nuevos miembros, la pandemia también brindó oportunidades para que algunas iglesias se conectaran con miembros existentes de nuevas formas. En particular, los oficios de mediados de semana parecen haber adquirido una nueva popularidad durante la pandemia. «Hemos pasado de decir la Oración Matutina un día a la semana a dos veces por semana, además de agregar Completas una vez a la semana, todo ello vía Zoom», escribió un encuestado (iglesia en una pequeña ciudad de la región de los Grandes Lagos). «El culto pandémico nos obligó a aprender a adorar de nuevas formas», informó otro encuestado, y explicó que su congregación se familiarizó más con las liturgias de la Oración Matutina y Vespertina durante la pandemia. Este encuestado sugirió que las barreras logísticas para la participación a mitad de semana se eliminaron durante la pandemia porque los feligreses podían asistir sin tener que viajar a la iglesia: «Debido a nuestra ubicación, nunca habíamos tenido un patrón exitoso para los oficios presenciales a mediados de semana, pero pudimos iniciar un oficio nocturno diario vía Zoom que sigue estando en línea» (iglesia en una ciudad sureña). Otros que informaron un aumento en la participación entre semana sugirieron que los oficios en días hábiles ganaban popularidad porque las personas tenían horarios de trabajo más flexibles y menos compromisos sociales.

En busca de la justicia social

La pandemia exacerbó las desigualdades y la pobreza, y muchas iglesias dieron un paso al frente para atender a las personas más afectadas por la pandemia. Algunas de estas iniciativas fueron una continuación o expansión de los ministerios existentes, mientras que otras se iniciaron en respuesta a la pandemia. Los encuestados describieron una diversa gama de iniciativas que incluían empeños para combatir la inseguridad alimentaria y de vivienda, proporcionar productos de higiene menstrual y útiles escolares, ofrecer un espacio físico de reunión a otros grupos religiosos y organizar eventos sociales a distancia para miembros de la comunidad. También hay pruebas de una mayor conciencia de la injusticia racial y un sentido de convicción para priorizar la reconciliación racial. Algunas iglesias describieron acciones concretas que se tomaron para apoyar el movimiento Black Lives Matter y educar a los miembros sobre cuestiones de justicia racial, aunque tales iglesias fueron una minoría (por ejemplo, iglesias en una ciudad sureña y en una ciudad de la región de los Grandes Lagos). Finalmente, algunas congregaciones asumieron un papel activo en las iniciativas de salud pública para prevenir la propagación del COVID-19, por ejemplo, ofreciendo los terrenos de la iglesia como un sitio para realizar pruebas de COVID-19 (entre ellas, una iglesia en una ciudad sureña).

Muchos de los encuestados describieron los beneficios de las asociaciones, antiguas y nuevas, con iglesias cercanas y organizaciones comunitarias no religiosas. «La iglesia también entabló realmente sus asociaciones con otras iglesias y con la comunidad para seguir satisfaciendo las necesidades prácticas de nuestro vecindario», escribió uno de los encuestados. Este encuestado pasó a describir cómo su iglesia, en colaboración con una variedad de asociados comunitarios, abordó una amplia variedad de necesidades prácticas durante la pandemia:

Un comité ya existente, que incluía dos iglesias de un condado cercano, pudo proporcionarnos máscaras para distribuir durante los servicios de nuestro banco de alimentos, y también hizo posible que hasta hiciéramos un sorteo de útiles para el regreso a la escuela, una distribución de la cena de Acción de Gracias y una campaña de juguetes navideños para familias: todo ello con adaptaciones hechas para ajustarse a las prioridades de salud y seguridad de la pandemia. También se crearon otras asociaciones de iglesias que llevaron a la donación de 1.000 libras adicionales de alimentos a través de un programa regresivo de Adviento. La despensa de alimentos, en especial, también pudo recibir fondos de una amplia variedad de subvenciones del sector público y privado, así como de nuevos donantes, para enfrentar el desafío de alimentar a más personas y, al mismo tiempo, abordar la necesidad de una higienización más sólida y de otros protocolos. Una de nuestras innovaciones más importantes fue la creación de un servicio de entrega a hogares con discapacidades o vulnerabilidades sanitarias, lo que permitió atender a más de 30 hogares adicionales cada semana, utilizando principalmente conductores [choferes] voluntarios de la comunidad local. (iglesia en una ciudad del Atlántico Medio).

Otro encuestado describió de manera similar los esfuerzos de su congregación para satisfacer las necesidades «prácticas» de la comunidad local durante la pandemia. Al igual que la congregación descrita anteriormente, esta iglesia encontró que la colaboración era esencial:

Dos semanas después de la pandemia, iniciamos —sin contacto— una colecta de víveres en nuestro estacionamiento para donarlos a un banco de alimentos cercano. Una congregación que estaba próxima comenzó a seguir esta iniciativa, así que ahora anunciamos y apoyamos mutuamente las colectas de víveres, garantizando que se entregarán muchos más alimentos de primera necesidad que si hubiera sido una sola congregación. Intentaremos hacer más con nuestras congregaciones locales. (una iglesia suburbana del Noreste).

La misma congregación también descubrió que su espacio al aire libre era un recurso valioso que podía compartirse con otros:

Invitamos a una congregación judía de la localidad a usar nuestro prado para sus fiestas más importantes. Durante más de una semana en 7 servicios religiosos, más de 700 personas adoraron en el campo, disfrutando de la abundancia que estábamos encantados de compartir. Otra iglesia cercana participó en nuestro culto con un espectáculo de danza al aire libre alrededor de la fiesta de San Miguel. . Con la pandemia, nuestras abundantes tierras se convirtieron en una auténtica fuente de reuniones comunitarias: noches de cine, conciertos, yoga y meditación, además de que nuestra escuela diurna tenía aulas al aire libre al igual que nuestra escuela dominical. Hemos comenzado a experimentar el uso de este espacio de manera significativa con nuestra congregación y nuestra comunidad. (una iglesia suburbana del Noreste).

Estas respuestas muestran un retrato sorprendente de vitalidad congregacional. Sin embargo, es importante reconocer que estas congregaciones activas parecen ser la excepción y no la regla. Aunque la forma en que se recopilaron los datos del informe impide la comparación sistemática entre parroquias, el patrón de respuestas observado sugiere que las asociaciones locales prósperas y las iniciativas centradas en la comunidad pueden concentrarse desproporcionadamente en una parte relativamente pequeña de la denominación.

Mirando hacia adelante

  1. Esperanzas, temores y lecciones aprendidas
    1. Cuestionar los supuestos que se dan por sentados
    2. Innovaciones para el futuro

Esperanzas, temores y lecciones aprendidas

Cuestionar los supuestos que se dan por sentados

La pandemia cuestionó muchas suposiciones sobre lo que significa ser episcopal. Cuando se impidió que las iglesias continuaran con funcionamiento regular, se vieron obligadas a evaluar qué elementos de la vida de la iglesia eran esenciales y cuáles eran meramente tradicionales:

Otra oportunidad es repensar para qué sirve nuestra iglesia y evaluar si seguir y compartir a Cristo con los demás era, o debe ser ahora, nuestro enfoque, en lugar de las prácticas y tradiciones habituales. (iglesia en una ciudad del Medio Oeste)

La pandemia nos dio un ejemplo tangible de que realmente no tenemos que hacer las cosas como siempre las hemos hecho. Tenemos la oportunidad de reinventar nuestro enfoque para llevar a cabo «la misión de la Iglesia … restaurar a todos los pueblos a la unión con Dios y unos con otros en Cristo» (LOC 747), y esta reinvención puede y debe afectar todo en la parroquia, incluida la liturgia y la música, la misión y la difusión, la evangelización y la mayordomía. Todo lo que hacemos debe reflejar el amor de Cristo, y eso es tanto la oportunidad fundamental como el reto principal que enfrenta la parroquia. (iglesia en una ciudad sureña).

La mayor oportunidad y desafío es dejar de regresar a la «normalidad». La Iglesia nunca volverá a la normalidad y existe una gran oportunidad para darse cuenta de eso y capitalizarlo. El desafío será resistir la tentación de volver a la normalidad. (iglesia suburbana del Oeste).

En particular, muchos describieron haber adquirido una renovada convicción de que la Iglesia no es un edificio sino un pueblo. Por ejemplo, cuando a un encuestado se le pidió que describiera cómo había cambiado su congregación durante la pandemia, escribió:

Lo primero que me viene a la mente es que esta pandemia ha obligado a la Iglesia en general a aceptar el hecho de que la Iglesia no es un edificio. No comienza y se detiene cuando las campanas anuncian que el oficio comienza o termina, cuando el diácono nos despide para salir al mundo. (iglesia en una ciudad del Oeste).

Otros ofrecieron reflexiones semejantes:

Hemos aprendido que, utilizando la tecnología, podemos permanecer conectados incluso si no estamos juntos físicamente. . . Se nos recordó la verdad de que «la Iglesia NO es un edificio» y que aunque el edificio estuvo cerrado durante la mayor parte de 2020, ¡la Iglesia ciertamente NO ESTÁ CERRADA! (iglesia en una ciudad del Atlántico Medio).

Como siempre sucede en el duelo, hubo aprendizajes. Aprendimos, o mejor aún, recordamos, que esa iglesia no es un edificio, sino que somos tú y yo. Descubrimos y creamos competencias con la transmisión. Por necesidad, alcanzamos algo así como la paz con la experimentación litúrgica y pastoral. Encontramos nuevos elementos interactivos para nuestro culto a través de los comentarios de YouTube. Y nos sorprendieron nuevamente los lugares a los que Jesús nos está conduciendo. (iglesia en una ciudad del Oeste).

De manera similar, muchas respuestas incluyeron comentarios sobre el deseo de mantener la flexibilidad y el espíritu creativo que el entorno pandémico evocaba en las prácticas de sus iglesias. «El personal y la congregación están dispuestos a probar ideas nuevas e innovadoras», escribió un encuestado, «la creatividad ha sido fundamental y no debemos perder de vista eso cuando miramos hacia el futuro» (iglesia en una ciudad del Sur). Otro encuestado describió de modo semejante una mayor flexibilidad como un producto positivo de la pandemia: «La mayor oportunidad que ha surgido de esto es haber sido obligados a una forma mucho más flexible y dinámica de ser una comunidad y de ser un organismo cultual» (iglesia en una ciudad del Oeste).

Innovaciones para el futuro

En un nivel más práctico, los encuestados identificaron prácticas específicas surgidas durante la pandemia que esperaban que continuaran incluso después de que se levantaran las restricciones, como el culto al aire libre. Por ejemplo, un encuestado informó:

Hay un notable contingente de personas que parecen preferir adorar afuera, experimentando a Dios y la creación de maneras que no hubieran imaginado posibles hace un año. Han pedido tener un culto al aire libre con regularidad para continuar. (iglesia suburbana del Noreste)

Otros apreciaron los nuevos métodos de comunicación que surgieron durante el encierro. Por ejemplo, uno de los encuestados informó que la pandemia brindó una oportunidad de que los miembros «[se acerquen] unos a otros como familia de la Iglesia de una forma más directa que nunca». Estas formas de conexión directa incluían «estar mutuamente atentos, hacer llamadas telefónicas, escuchar y estar emocional y espiritualmente presentes con nuestros hermanos feligreses». Otros describieron experiencias similares e indicaron que esperaban que este nivel más profundo de atención y coherencia continuara después de la pandemia:

Una de las mayores innovaciones en [nuestra iglesia] fue el rápido despliegue de nuestro directorio telefónico. A las pocas semanas de la suspensión del culto presencial, los miembros de la parroquia se llamaban semanalmente. Brindó un profundo sentido de continuidad y conexión y es algo que continuaremos incluso cuando podamos volver al culto presencial. (iglesia en una ciudad del Oeste).

Aprendimos [que] necesitábamos acercarnos a nuestra congregación de forma individualizada. Entonces, [comenzamos] a turnarnos para llamarles, para cerciorarnos de que estaban bien o para ver si había algo que pudiéramos hacer por ellos. [Antes de la pandemia] a veces simplemente asumíamos que si los veíamos en la iglesia todo andaba bien (iglesia en una ciudad del Oeste).

Además, muchos enfatizaron que los oficios virtuales —si bien no son un reemplazo satisfactorio de las reuniones presenciales— podrían constituir un aspecto valioso de la vida de la Iglesia en el futuro. Muchos dieron a conocer planes para continuar el uso de la tecnología en el futuro a fin de llegar a los miembros de sus congregaciones confinados en sus hogares y expresaron su aprecio por la tecnología como una herramienta para llegar a las personas fuera de sus zonas geográficas. Como explicó un encuestado:

Poder finalmente tener una presencia de culto en línea ha sido enorme. Es algo de lo que siempre hablamos de hacer, pero nunca supimos realmente cómo empezar y no era una prioridad. Ahora sabemos la bendición que son los servicios en línea y planeamos continuar con esa presencia (iglesia en una ciudad del Oeste).

Al mismo tiempo, el entusiasmo por el futuro de la Iglesia se combinó con el temor de que los miembros no regresaran a los oficios presenciales cuando fuera seguro hacerlo. «Hay una pequeña vacilación para continuar con los servicios en línea, lo cual es deseado por el rector», escribió un encuestado, y explicó que «algunos temen que las personas no asistan a la iglesia, sino que vean [los oficios] desde la casa» (iglesia en una pequeña ciudad de la región de los Grandes Lagos). De la misma manera, muchos expresaron su preocupación de que las personas ya no tenían el hábito de asistir a la iglesia y habían desarrollado una preferencia por la comodidad y conveniencia de adorar desde sus sofás. Tales respuestas captan la mezcla de miedo y esperanza asociada con el fin anticipado de las restricciones impuestas por la pandemia.

Conclusión

Si bien las preguntas incluidas en el informe parroquial se centraron en las reacciones congregacionales a la pandemia del COVID-19, las respuestas también ofrecen información sobre los contornos más amplios del compromiso de la denominación con sus miembros y el mundo. Consideradas en su conjunto, las respuestas descriptivas brindan un retrato de un año caracterizado por la pérdida y el pesar, así como por la innovación y el crecimiento. Las iglesias experimentaron retos y oportunidades sin precedentes que variaron enormemente a lo largo de la denominación y no pueden reducirse a una simple narrativa de crecimiento o de decadencia denominacional. Por una parte, la pandemia exacerbó y expuso las líneas divisorias de la desigualdad, particularmente en lo que respecta a los recursos humanos y económicos. Por otra parte, las circunstancias de la pandemia inspiraron nuevas iniciativas innovadoras, fomentaron el crecimiento intra e interpersonal y brindaron nuevas oportunidades para que la iglesia sea las manos y los pies de Cristo en el mundo. Reconocer la verdad en ambas narrativas será esencial para comprender la complejidad del pasado de la Iglesia Episcopal, evaluar críticamente el presente y buscar nuevas formas de amar a Dios y al prójimo en el futuro.

Referencias

Patton, Michael Quinn. 2002. Qualitative Research and Evaluation Methods. Thousand Oaks, CA: SAGE Publications.

Convención General de la Iglesia Episcopal, 2021. «Tendencia de datos». Consultados el 16 de julio de 2021 (https://www.generalconvention.org/data-trends).

Agradecimientos

La autora desea agradecer a Michaela Hampton, Isabella Jiang, Autumn Leak, Alice Mao, Nneka Okoli, Marion Standefer, Victoria Verhulst y Carolyn Wang por su valiosa ayuda en la investigación.